28.6.07

El consultorio del Dr. Menguele

Queridos amigos, sé que no necesito presentación, pero en consideración a los menos agraciados por el don de la cultura, he decidido transigir. Conocido en el mundo de la medicina por mis metodologías, soy famoso, entre otros motivos, por mi carácter precursor de cara a muchos de los actuales logros experimentales, como la clonación o el cruce genético. A pesar de mis innumerables y diversos hallazgos fruto del arduo esfuerzo científico, nunca llegué a ganar el Premio Nobel, debido a ciertos molestos asuntillos de política exterior. En todos los libros de Historia se data mi muerte en 1979, pero como podéis comprobar por mi presente texto, esto jamás ocurrió, merced a una de mis muchas y afortunadas invenciones que tuvieron su origen en mis experimentos en Auschwitz. A continuación les ofrezco la oportunidad única y preciada de una consulta médica con mi persona.

Julia – Pucela.

Querido doctor, soy una mujer felizmente casada y madre de un niño precioso. Soy muy dichosa con mi familia, pero de vez en cuando siento ganas de asesinarlos a todos. Se me pasa en seguida, pero no sé si es normal. Le pido consejo sobre esto.

- Querida Julia, bien es cierto que en esta sociedad que nos ha tocado vivir, la opinión sobre el asesinato está muy devaluada. No obstante, y por experiencia, puedo asegurarte que no hay forma mejor de ahorrar disgustos que un buen asesinato a tiempo. Imagina que tu hijo, en esa etapa tan difícil que es la adolescencia, empezara a frecuentar malas compañías para finalmente acabar en el infierno de la droga; o que tu marido, aburrido de tantos largos años de monótono matrimonio, acabara engañándote con su joven, atractiva y complaciente secretaria… ¿acaso no es mejor cerciorarse de que esto no ocurra jamás? No lo dudes: haz caso a tu instinto maternal, que tan sabias llamadas te hace, querida amiga.

Miguel Ángel – Salamanca.

Admirado doctor, soy un estudiante de bachillerato, y siento que nadie me comprende. Desde hace algún tiempo albergo el pensamiento de que si un día consiguiera explotar, podrían cambiar las cosas; no sé si me entiende... ¿Qué opina usted?

- ¡Ah, nada es comparable al audaz empuje de la adolescencia! Hay muchas mentes obtusas que cierran los ojos ante el verdadero progreso. Muchos se rieron de mis teorías sobre la experimentación con fetos humanos vivos en la atmósfera de Plutón, e impidieron mis diseños para el desarrollo de un ejército de muertos vivientes carnívoros... ¡Ignorantes! Mentes inquietas e inconformistas como la tuya son las que consiguen erradicar las injusticias del mundo. Sólo te recomiendo que dejes tus razones por escrito con anterioridad, ya que muy probablemente no puedas darlas cuando termine tu particular hazaña. No serías el primero en hacerlo: ¿sabías que “Mein Kampf” y el Nuevo Testamento son los dos libros más vendidos del mundo?

Mónica – Leganés.

Doctor, hace ya dos meses que me falta el período, y temo que al mantener relaciones con mi novio no empleáramos bien el método anticonceptivo. ¿Qué puedo hacer?

- En mi época en Auschwitz la respuesta era bien sencilla: 70 centímetros cúbicos de corrosivo intrauterino, y si tras esto la madre aún seguía con vida, se le extraían los ojos para el muestrario y se la arrastraba con un gancho hasta el horno crematorio. Por desgracia, hoy todo ha cambiado bastante.

Alfredo – Zaragoza.

Doctor, me temo que padezco algún tipo de trastorno. De un tiempo a esta parte siento la necesidad de seguir a señoritas con un cuchillo escondido en la gabardina. No es más que una fantasía algo tétrica, ya que jamás ha ocurrido ninguna desgracia, pero en ocasiones me preocupa. ¿Qué puedo hacer al respecto?

- Dilecto Alfredo, te obsequiaré con las mismas palabras que Herr Goebbels me recomendó cuando nos presentaron: “No has de sentirte culpable por tener esos sentimientos tan sutiles”. Antes al contrario, creo firmemente que deberías darles rienda suelta, aunque cambiando tus objetivos, siempre que sea posible. Perseguir a señoritas no está mal como pasatiempo… ¿pero por qué no convertir tu tendencia en algo útil a la comunidad? Hay otros sectores de la sociedad mucho menos necesarios, cuya desaparición podría satisfacer la resolución de tu “pequeña fantasía”… ;)

Isaac – Toledo.

Doctor, desde hace 3 ó 4 días siento fuertes dolores de cabeza. ¿Debería preocuparme?

- Estimado Isaac, parece bastante claro que vas a morir. No obstante, aún puedes hacer un servicio a la ciencia presentándote en mi clínica. Tengo un compuesto ácido para cambiar el color del cerebro humano que deseo probar desde hace tiempo, y no encuentro ocasión. ¡No lo dudes, este es tu sitio! A propósito, si tienes hijos también puedes traerlos.

Hasta aquí el consultorio del doctor Menguele. Si deseas ser aconsejado en futuras ediciones, no dudes en remitir tu consulta al correo: jmenguele@gmail.com

3.6.07

Las abuelas

Querido amigo nuestro, que lo es. Hoy le extraemos de su esforzada rutina para hacerle reflexionar sobre un tema primordial: Las abuelas.

¡Ah, qué sería de nosotros sin las abuelas! Esas adorables ancianas que depositan en nosotros su afecto generoso, sus arraigadas conductas de entrega, su persistente vocación de maternidad…

Las abuelas están muy bien, qué duda cabe. No obstante, nunca se han caracterizado por ser un regalo para la vista. Aún en las oxidadas cajas de latón podemos encontrar multitud de fotografías que dan fe de su ya perdida juventud, pero incluso en éstas su lozanía suele hallarse encorsetada, escondida tras los espesos ropajes propios de un pasado deprimente y oscuro.

¡Hoy, nuestro equipo de especialistas puede hacer su sueño realidad! Gracias a los últimos avances en cirugía estética, usted puede contemplar actualmente a su abuela en el esplendor de toda la juvenil exuberancia que atesoró en sus tiempos. Tan sólo necesitamos una foto de aquel período, y en apenas unas horas convertiremos a su abuela en la señorita estupenda que en su día fue. Comprueben con sus propios ojos dos de nuestros flamantes casos:

Doña Ricarda era una señora resignada. “Nunca pensé que volvería a lucir este cuerpo que Dios me ha dado”, enuncia, transida de evocadora nostalgia. “Pero gracias a mi nieto, aunque no estoy en edad de merecer, he vuelto a ser guapa moza… ¡hasta los zagales me piropean por la calle!”

El caso de doña Esperanza no es menos portentoso: “Hay que ver lo que son las modernidades”, sentencia casi incrédula. “¿Quién me iba a decir a mí que a mis 84 años iba a ser la envidia de las veinteañeras de mi pueblo? A todas les quito el novio, ¡me lo paso de bien! A propósito, ¿quiere un caramelito de menta?”

¿A qué espera para hacer de su abuela una belleza de las de antes? Llámenos ahora y pida cita en cualquiera de las sucursales que mantenemos abiertas en todo el territorio nacional.

Y recuerde siempre que su abuela también fue mujer.