15.1.08

Tan sencillo

Estimado Jefe de Recursos Humanos de la Empresa que Sea,

Como supondrá, esta carta de presentación adjunta al currículum es exactamente igual a todas las que remito a otras empresas, así que espero que no se sienta molesto si no la personalizo en absoluto. De la misma forma, como está claro que no sirve de nada escribir formalmente una carta como esta, optaré por pasarme la formalidad por el mismo ojal. ¿Contento?

Pues esto no es nada. Mi currículum, como habrá comprobado, es la santísima hostia. Probablemente mucho mejor que el suyo, a pesar de lo cual para lo único que servirá es para que usted y sus amigotes se mofen de la cara de panoli que llevo en la foto. Supongo que para entrar en su empresa tendría que tirarme a su hija, hacerle un bombo quizá, y una vez bien enganchada, pedir un puesto vitalicio y tener la barriga llena para los restos mientras me zumbo a las tías que me apetezca, cuanto más viciosas mejor. Eso sí sería vida. La otra opción sería comerle la polla al Director General, algo que probablemente usted haya hecho ya más de una vez para conservar el puesto, pero no tomaré ese camino, porque no soy un mierda despreciable como usted, don “Jefe de Recursos Humanos”.

Haga con esta puta basura lo que le salga de los cojones. Eso sí, si a cambio de esta carta recibo una respuesta formal asegurándome que me tendrán en cuenta para futuros procesos de selección, le garantizo que iré allí y le quitaré la vida con mis propias manos sin despeinarme un solo pelo.

Que le jodan.

Fdo.:

El cabrón de la foto.

16.9.07

Modus Operandi

“Nadie ha reparado en la relación entre el secuestro ocurrido hace una semana y los crímenes precedentes”, asegura sentado en su despacho el Teniente [...], encargado del caso de desaparición de la niña británica, Madeleine McCann. ¿Precedentes?, preguntamos con inmediato interés. “En efecto, es lógico que esta relación pase desapercibida al ojo no entrenado, pero para un profesional de la investigación los signos son clarísimos”. El Teniente da una lenta calada a su cigarrillo y examina nuestras miradas expectantes. “Como sabrán”, prosigue, “el modus operandi de los asesinos en serie es un patrón continuado en la actividad criminal, que facilita la intercepción de los culpables. Pues bien, en este caso, el modus está ahí, a vista de todos, aunque no sea fácil de percibir. Díganme, ¿Cuáles son las iniciales de la víctima?” En apenas un segundo las iniciales “M. M.” se configuran en nuestro pensamiento. “En efecto: M. M. Pues bien, hemos encontrado restos de M&M’s entre las pertenencias de la niña”. “Pero esto no tiene por qué significar nada...”, advertimos al hombre de ley. “Se equivoca. Eso es lo que ÉL quiere que nosotros creamos.” “¿Él?”, preguntamos, embargados por el nuevo y estimulante giro. “Aún no hemos llegado a esa parte. ¿Cuál es la característica de esta golosina? Lo indica la misma frase promocional: ‘Se derrite en tu boca, no en tus manos’. Obviamente, la deducción más inmediata sería una lectura de tipo sexual. Pero yo voy más allá.” ¿A qué se refiere?, inquirimos ya sin atisbo de cálculo periodístico. “Inversión de conceptos. Si lo contrario de la vida es la muerte, eliminando a la niña el delincuente buscaría encontrar el opuesto al significado del eslogan. ¿Qué es lo que desaparece en las manos, pero no en la boca? Sólo puede ser una cosa: el dinero.”


Durante un instante la duda nos atenaza. Adivinando nuestras reservas, el Teniente alza la mano: “Aún no he terminado. Una semana antes de la desaparición de la niña fue asaltado en una carretera cercana un furgón blindado con una fuerte suma en efectivo. En principio no había nada que relacionara el asalto con el crimen actual... hasta que examiné la matrícula del vehículo.” “¿Era MM?”, aventuramos. “No, por Dios bendito... ¿Qué clase de sinsentido sería ese? Era una matrícula antigua, anterior a las de la Unión Europea.” “¿Y bien?” “Una semana antes del asalto, un autobús de ancianos derrapó y cayó por un precipicio, con la consiguiente defunción de todos los ocupantes. ¿Adivina la relación? Yo se la diré: son los dos únicos vehículos con matrícula antigua siniestrados en la ciudad, en el último año.”

Un silencio insolente gravita sobre la habitación. “Veamos”, irrumpo. “Aun suponiendo que todo esto tuviera algún sentido, ¿a dónde nos conduce?” “Esperen, no termina aquí la cosa. En aquel autobús murieron 25 ancianos que se dirigían a una zona costera. ¿Entiende lo que eso significa? El asesino opera cada semana, cada siete días, y murieron 25 ancianos. ¿Cuánto suman 2 más 5? ¡Siete! Está claro que nos está dejando un mensaje. Y no sólo eso. Una semana antes, un tipo se suicidó tirándose desde...” “Oiga, yo no soy teniente de homicidios, pero todo esto me parece una solemne majadería.” El Teniente se repliega en su asiento, mostrando de nuevo un aspecto taciturno. “Interesante...", masculla. "De modo que, según usted, nada de lo que he dicho tiene ningún sentido." “Efectivamente", asevero. "Hasta ahora, nada de lo que ha mencionado tiene el más mínimo rigor. Tan sólo se basa en conjeturas absurdas y relaciones arbitrarias.” "Pues oiganme con atención", añade tajante. "Hoy hace exactamente una semana de la desaparición de la niña. Antes de que acabe el día ocurrirá un nuevo crimen, y el asesino dejará una señal inequívoca de su implicación en todos los hechos que he narrado. Si no me creen, esperen y verán."

Son sus últimas palabras. Le dejamos ensimismado en su despacho, y tomamos la furgoneta que nos lleva de vuelta a la redacción. Allí nos informan de que el Teniente […] se disparó en la cabeza minutos después de que abandonáramos la comisaría. Antes de comenzar la entrevista nos había enseñado el tambor de su pistola. Era de ocho balas.

Ahora sólo quedan siete.

29.8.07

11W


Dirección, guión y animación: Juanjo Iglesias
Voces: Juampe Rodríguez y Carlos J. Vives (Kinetika)

28.6.07

El consultorio del Dr. Menguele

Queridos amigos, sé que no necesito presentación, pero en consideración a los menos agraciados por el don de la cultura, he decidido transigir. Conocido en el mundo de la medicina por mis metodologías, soy famoso, entre otros motivos, por mi carácter precursor de cara a muchos de los actuales logros experimentales, como la clonación o el cruce genético. A pesar de mis innumerables y diversos hallazgos fruto del arduo esfuerzo científico, nunca llegué a ganar el Premio Nobel, debido a ciertos molestos asuntillos de política exterior. En todos los libros de Historia se data mi muerte en 1979, pero como podéis comprobar por mi presente texto, esto jamás ocurrió, merced a una de mis muchas y afortunadas invenciones que tuvieron su origen en mis experimentos en Auschwitz. A continuación les ofrezco la oportunidad única y preciada de una consulta médica con mi persona.

Julia – Pucela.

Querido doctor, soy una mujer felizmente casada y madre de un niño precioso. Soy muy dichosa con mi familia, pero de vez en cuando siento ganas de asesinarlos a todos. Se me pasa en seguida, pero no sé si es normal. Le pido consejo sobre esto.

- Querida Julia, bien es cierto que en esta sociedad que nos ha tocado vivir, la opinión sobre el asesinato está muy devaluada. No obstante, y por experiencia, puedo asegurarte que no hay forma mejor de ahorrar disgustos que un buen asesinato a tiempo. Imagina que tu hijo, en esa etapa tan difícil que es la adolescencia, empezara a frecuentar malas compañías para finalmente acabar en el infierno de la droga; o que tu marido, aburrido de tantos largos años de monótono matrimonio, acabara engañándote con su joven, atractiva y complaciente secretaria… ¿acaso no es mejor cerciorarse de que esto no ocurra jamás? No lo dudes: haz caso a tu instinto maternal, que tan sabias llamadas te hace, querida amiga.

Miguel Ángel – Salamanca.

Admirado doctor, soy un estudiante de bachillerato, y siento que nadie me comprende. Desde hace algún tiempo albergo el pensamiento de que si un día consiguiera explotar, podrían cambiar las cosas; no sé si me entiende... ¿Qué opina usted?

- ¡Ah, nada es comparable al audaz empuje de la adolescencia! Hay muchas mentes obtusas que cierran los ojos ante el verdadero progreso. Muchos se rieron de mis teorías sobre la experimentación con fetos humanos vivos en la atmósfera de Plutón, e impidieron mis diseños para el desarrollo de un ejército de muertos vivientes carnívoros... ¡Ignorantes! Mentes inquietas e inconformistas como la tuya son las que consiguen erradicar las injusticias del mundo. Sólo te recomiendo que dejes tus razones por escrito con anterioridad, ya que muy probablemente no puedas darlas cuando termine tu particular hazaña. No serías el primero en hacerlo: ¿sabías que “Mein Kampf” y el Nuevo Testamento son los dos libros más vendidos del mundo?

Mónica – Leganés.

Doctor, hace ya dos meses que me falta el período, y temo que al mantener relaciones con mi novio no empleáramos bien el método anticonceptivo. ¿Qué puedo hacer?

- En mi época en Auschwitz la respuesta era bien sencilla: 70 centímetros cúbicos de corrosivo intrauterino, y si tras esto la madre aún seguía con vida, se le extraían los ojos para el muestrario y se la arrastraba con un gancho hasta el horno crematorio. Por desgracia, hoy todo ha cambiado bastante.

Alfredo – Zaragoza.

Doctor, me temo que padezco algún tipo de trastorno. De un tiempo a esta parte siento la necesidad de seguir a señoritas con un cuchillo escondido en la gabardina. No es más que una fantasía algo tétrica, ya que jamás ha ocurrido ninguna desgracia, pero en ocasiones me preocupa. ¿Qué puedo hacer al respecto?

- Dilecto Alfredo, te obsequiaré con las mismas palabras que Herr Goebbels me recomendó cuando nos presentaron: “No has de sentirte culpable por tener esos sentimientos tan sutiles”. Antes al contrario, creo firmemente que deberías darles rienda suelta, aunque cambiando tus objetivos, siempre que sea posible. Perseguir a señoritas no está mal como pasatiempo… ¿pero por qué no convertir tu tendencia en algo útil a la comunidad? Hay otros sectores de la sociedad mucho menos necesarios, cuya desaparición podría satisfacer la resolución de tu “pequeña fantasía”… ;)

Isaac – Toledo.

Doctor, desde hace 3 ó 4 días siento fuertes dolores de cabeza. ¿Debería preocuparme?

- Estimado Isaac, parece bastante claro que vas a morir. No obstante, aún puedes hacer un servicio a la ciencia presentándote en mi clínica. Tengo un compuesto ácido para cambiar el color del cerebro humano que deseo probar desde hace tiempo, y no encuentro ocasión. ¡No lo dudes, este es tu sitio! A propósito, si tienes hijos también puedes traerlos.

Hasta aquí el consultorio del doctor Menguele. Si deseas ser aconsejado en futuras ediciones, no dudes en remitir tu consulta al correo: jmenguele@gmail.com